domingo, 17 de febrero de 2013

De Elenas y Raqueles

Mi viejo amigo, hay personas que marcan siempre la vida de uno, personas que con paso del tiempo, su recuerdo se vuelve añejo como un buen vino, que al recordarlos evocas momentos tan vívidos que es como si los estuvieras viviendo de nuevo, personas que no es necesario que pases toda una vida con ellos para llegar a apreciarlos y quererlos con un cariño que no se puede explicar solo con palabras, y a veces solo el recuerdo de ellos te hace recordar los buenos tiempos, los momentos que te hacían sonreír, momentos que te trasladan a tu niñez tan querida.

Ese es el caso de dos señoras que llegué a apreciar mucho, las conocí en el tiempo en que mi mami tuvo que tomar la decisión de mandar a mi hermano a la selva con su familia porque iba a trabajar en una casa cama adentro y con dos niños hubiera sido muy difícil, y envió a mi hermano menor. La casa era de una vieja conocida, quien por cierto me conocía desde que estuve en el vientre de mi madre, doña Rosa Pinto de Castillo, es el nombre de ella, pero la conocían como "Chacha", señora muy amable y educada por cierto; su esposo: don Miguel Castillo, uno de los hombres más dóciles y pacientes que he conocido en mi vida, sus hijos Miguel Ángel y Giovanna, completaban la familia, pero con ellos llegaron a vivir, las madres de la pareja, el nombre de una era Elena y completaba el dúo Raquel.

Recuerdo que ambas eran de edad avanzada cuando las llegué a conocer, ambas con diferentes formas de ver la vida.

Ella es la doña Elena
Mamá de la Señora "Chacha"
 Elena era una señora que amaba a su hija, vivía con ellos mucho tiempo, pero por cierto era la que mas hablaba, era de esas señoras muy bien educadas, y se notaba por el tipo de persona que eran sus hijos, todos ellos muy bien educados, en cierto modo era la que mas me regañaba, pero siempre con la intención de que me portara bien, casi no le gustaba los ruidos fuertes, pero había algo genial, me encantaba escuchar las historias que tenía de joven, alguna vez me mostró alguna de sis fotos, si esas que son bien antiguas hechas en blanco y negro, por cierto cuando las conocí yo tenía nueve años; recuerdo que en mas de una ocasión sentía que no se la tomaba en cuenta, por cual siempre protestaba, y protestaba mucho, aunque en la cocina era muy buena. Pero una de las cosas que mas me marcó fue que su búsqueda de Dios, con el tiempo me mude de esa casa y ella sufrió de la enfermedad de Alzheimer, su hija la supo cuidar mucho, recuerdo la última vez que la ví, ya no me reconocía, pero me dio un último consejo, mas bien unas palabras de aliento: "Jovencito, no dejes de buscar a Dios."

Esta es doña Raquel,
madre de don Miguel
Raquel, era una mujer criolla de esas que tienen una historia para todo, vivió casi toda su vida en el Rimac si mal no recuerdo. Ella era la madre de don Miguel, recuerdo que cuando llegó a casa no paraba de contar sus anécdotas  las recordada era de la señora que tenía sus hijos que no les gustaba los frejoles, porque han de saber que en algunos lugares de Lima, comer frejoles era considerado comida de pobres y solo de ellos, y la señora se ufanaba que que sus hijos no comían frejoles, tanto tiempo había pasado que se olvido del almuerzo, cuando de pronto desde la venta de su casa uno de sus hijos le grita: !MAMÁ¡ ¿CALIENTO LOS F-R-I: FRI, J-O: JO, L-E-S?, por lo que la señora regresó avergonzada a casa. Era por cierto una de sus mejores historias y no perdía ocasión para contarla, doña Raquel era experta en dulces criollos, preparaba unos alfeñiques de chuparse los dedos, ni que decir de los picarones, también el afamado camote dulce, pero lo que mas me gustaba de todas sus preparaciones era su frejol colado, eso era un manjar en los labios, recuerdo que pasaba mucho tiempo con ella tratando de "aprender" a hacer los dulces, pero pasaba mas tiempo probando. Cuando me mude de la casa, años después ella murio, no hubo tiempo para despedirme.

Estas dos SEÑORAS, porque lo eran, fueron de una influencia muy buena en mi vida, una con toda la rectitud que se debe tener en la vida, y la otra con la picardía con que se deben afrontar los problemas, ellas supieron darme ese amor diferente, y me traspasaron parte de su sabiduría, esa que solo se obtiene con los años vividos, ambas me marcaron y aun las llevo en mi memoria, y este es mi homenaje a ellas.