jueves, 24 de noviembre de 2011

Un canto con el mar

Y regresó por el mismo camino que anduvo cuando aún era un jovencito de caminar altanero, acompañado como siempre de la inseparable, aquella que sus dedos han acariciado tantas veces, sus pies descalzos sentían el tibio calor de la arena que se oscurecía mientras la tarde llegaba a su final para dar paso al ocaso, en donde junto al mar el cielo mostraba pinceladas impresionantes que regalaba el sol con su brillo entre rojo y amarillento.

Llego justo donde el agua fría del mar tocaba sus pies, con una mirada de consuelo miró el horizonte que tantas veces los acompañó, la abrazó suavemente para que no se mojara, y con un leve movimiento permitió ser rodeado por el cuello, al tocarla con sus dedos suavemente, ella lanzó al viento una dulce melodía, el cerraba los ojos recordando aquel jovencito de caminar altanero que ya no era, y que ahora era acompañado de nuevo por ella, por la inseparable, su guitarra, una canción al viento declaraba su emoción de volver con su viejo amigo, el mar.


En un destello de placer el sol explota en tonalidades naranjas, adornando el cielo, que al mirarlo parece un desierto en las alturas, las estrellas se asoman tímidas para escuchar el canto del visitante, y lo acompañan en una danza celeste, la bóveda celeste se torna oscura, las luces lejanas brillan más, y danzan al son de la melodía que el invoca con su guitarra.


Abre los ojos y se da cuenta que ya ha oscurecido, que la penumbra esta a su lado, y las luces lejanas de la ciudad se ven tan calmas y terribles, no quiere regresar, este es su mundo, su playa, su momento, una última canción, su guitarra suena con calma, invitando a una despedida: "Nos volveremos a ver viejo amigo" musita mientras entona una canción, el mar lo ve alejarse y revienta una ola como protesta, pero sabe que el pequeño joven ya adulto regresará a sus arenas a alegrarlo con sus canciones.


No es una despedida, solo un nos volveremos a ver.