martes, 17 de abril de 2018

Mamá, Hermano, y un periquito.

Hola mi viejo amigo, mucho tiempo ha pasado desde la última vez que pisé tu playa. Si, a pesar de lo mucho que uno se esfuerza; el tiempo pareciera que cada vez se hace mas corto. Y ahora mucho más, pues hace ya tengo 10 meses de casado por civil y este 19 de abril ya cumplo 3 meses de casado por religioso. Pero amigo mio, hoy vengo a contarte de unos angelitos que han llegado a ser parte de mi familia; aunque cabe decir que cuando quieren se convierten también en tremendos diablillos.

Si bien es cierto, siempre me han gustado los animales, los perritos, los periquitos australianos, los conejos, los pollitos, patitos, los canarios, etc. etc., casi nunca he tenido una mascota. La primera que recuerdo y solo tengo una imagen vaga, es de "Osito", era un perrito blanco, bastante pequeño, aun era un cachorrito, muy lanudo el, por lo que me cuentan era muy juguetón, le encantaba meterse debajo de la cama; y precisamente, esa es la imagen que recuerdo de él. Yo echado boca abajo mirando debajo, pues el muy bandido se escondía ahí, y se quedaba ladrando muy chilloso. Hasta que salia disparado. Es lo único que recuerdo de él, y claro el trágico momento que me dieron la noticia de su muerte, lo envenenaron.

Con el tiempo siempre he deseado tener mascotas, pero casi nunca tenía una propia, lo que si sucede muy a menudo en Lima, sobre todo en los lugares que son llamados Asentamientos Humanos, son terrenos que han sido invadidos por personas que buscaban un lugar donde vivir, sobre todo esta corriente de dio a principios de los 80´s y mediados de los 90´s por la amenaza del terrorismo en las zonas alto andinas y ceja de selva de  este hermoso país. Sucedía que a estos lugares llegaban personas que conducían unos triciclos, en los cuales llevaban dulces, juguetitos y en la mayoría de los casos pollitos muy chiquitos, los cuales cambiaban por botellas de vidrio, una botella un pollito, y si era moro (los negritos) valía dos botellas, estos pequeñuelos eran las delicias de los niños, recuerdo que más de una vez se me murieron mis pollitos por la falta de cuidado o por el hecho de que siendo niños no sabíamos cuidarlos muy bien. Pero recuerdo un pollito en especial, que no fue mio, si no de mi tía, comentario aparte, durante un tiempo vivimos en la casa de mi tía; sobrevivió un pollito y se convirtió en gallo, su nombre Lito, por una canción que venía en un libro que nos daban en la primaria, este gallo, llegó a ser muy malo, pateaba todo lo que se le acercara, incluso recuerdo con una sonrisa, que lo hacíamos pelear con las escobas, lo cual resultaba divertido. Con el tiempo lo mataron y lo cocinaron, ya que en realidad esa era la causa de criar pollos.

Después de ello nos mudamos a donde vivo actualmente, o sea en Ventanilla, donde tampoco pudimos tener mascotas ya que el lugar donde llegamos a vivir también era un Asentamiento Humano. Hasta que a mi mami le regalaron un periquito australiano que su mamá había rechazado. Este llego a ser un engredo, pues mi hermano le daba de comer de su boca, el descascaraba el alpiste y lo aplastaba y ese polvillo lo ponía en su labio inferior y la pequeña avecilla se acercaba a comer ese polvillo, después aprendió a comer solo, le encantaba comer en la mesa con nosotros, el tenía un lugar especial que era una viga donde siempre paraba, desde allí nos observaba comer, dormir, jugar y desde ese lugar también reclamaba por nuestra presencia.

Las ocasiones mas memorables eran a la hora de la cena, han de saber que usualmente en casa cenamos muy tarde, golpe de diez de la noche, el horario de trabajo y los fines de semana los horarios de nuestra iglesia siempre eran hasta las nueve, así que llegábamos a casa a cocinar y a comer, obviamente a la pequeña avecilla le hacíamos un lugar en el centro de la mesa, le poníamos un platito  con agua y un pequeño envase no mas grande que una tapa rosca de un yogurt, lo curioso de ello, era que el pequeño era muy aseado, pues antes de comer empezaba a silbar de manera muy amena, y empezaba su ritual, se acercaba y alejaba del platito con agua silbando, primero metía una patita en el agua, y después de varias idas y venidas se metía por completo en el agua, empezando a bañarse hasta quedar completamente empapado, después del baño se acercaba a nosotros para que lo secáramos con una toallita que él tenía. Una vez terminado esto, podíamos comer.

Una de las cosas que tal vez recordamos más es que le encantaba jugar con una pulserita de oro que mi mami tenía en su brazo derecho, cogía la pulserita con su pico y le daba vueltas y vueltas. En otras ocasiones, se ponía en nuestros pies y nos acompañaba a dormir.

Pero un día la pequeña avecilla murió, Ese fue un golpe muy duro para nosotros. Después del él tuvimos otras avecillas, pero ninguna como esa, tenía personalidad, era muy hermoso.

Bueno mi amigo, hasta aquí te escribo, nos encontraremos de nuevo por tus playas.